Un Amante solitario. Parte I
''Siempre decía tener vida en la mirada, sentía que era cierto, pues yo me veía reflejado en ellos''
Me llamo Henry, tengo 22 años,no poseo un oficio específico, ni profesión definida, solitario, pensador errante, ególatra y pseudoescritor de pasatiempo con alegatos de locura poco fundamentada.
Vivo solo, me dedico unicamente a mi trabajo y mi solitario hogar, tenía un vida ligeramente acomodada, podría decirse que vivía bien, tenía un pequeño apartamento en el centro de la ciudad, un automóvil no muy usado que raramente sólia emplear, prefería caminar sin rumbo, o tomar algún autobus para llegar a mi destino, sea el trabajo o simplemente una de mis tantas caminatas . En un día de invierno, frío, gris y vacío como tantos pasados, me dispuse a tomar un café para alivianar la sensación de entumecimiento en los labios y manos. Entré a una pequeño café del lugar, me ubique en una mesa cualquiera, esperando a que tomaran mi pedido, mientras escribía algunos pensamientos en un cuadernillo que cargaba siempre en bolsillo. Derrepente vi una alegre muchacha, de mediana estatura, cabello claro se podría definir castaño, su piel tan blanca como la nieve que estaba pronta a caer este día, y sus ojos, ohh, me enamoré casi instantamente de ellos, ''parecían tener vida, podía ver reflejado mi pasada alegría en ellos''
Se llamaba Nely, era una chica simple, alegre, hermosa por donde la vieran, distinta (por poseer una mirada excepcional), todos venían vida en aquellos ojos, eso la convertía en alguien poco común y para mi lo más querida en este mundano lugar.
Me sentí tontamente perdido en ella, empecé a tener esa extraña y olvidada sensación en el estómago, recordé una cita ''Mariposas en el estómago. Vaya metáfora de mierda. Más bien parecen abejas asesinas'', describía a perfección aquel nudo en el estomago, el nerviosismo se apoderó de mi, y en un momento me perdí, tal vez como en una de mis caminatas sin rumbo o la negrura de una noche de invierno...
Ofuscado y confundido aquel día, no sabía nada de ella, más que su nombre por un amigo que la conocía, no sabía mucho de ella, no la había tratando con frecuencia, me dijo. Yo aún anonadado por su simpleza y su belleza estaba dispuesto a conocerla, invitarla a salir, tal vez tomarnos un café, ir al cine, no lo sé. Tan sólo esperaba y repetía en mi mente, ''espero que pueda notar a este solitario ser, que sus ojos en usted acaba de fijar''.
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